Los caprichos de María Antonieta. Interior de una
cocina: Hecho con corazón de reyes. Los Jardines de Luxemburgo lucen su verdes.
Hay aves en el cielo celeste, como bellas mujeres en la plaza. La vida hecha
una pintura, los pedacitos de ojos que miran hacia el Norte. Mil personas caen
en la verdad detrás de un lente. Los Jardines de Luxemburgo lucen sus verdes.
El sol, París. El río Sena, la Bastilla. Mil quinientos años, tomados de sus
raíces. El clásico reloj hacia atrás. La burla del suizo. Enrique IV hombre
vestido de verde. Hoy es de los pocos días del año en que hay sol de primavera.
Aproximadamente 60 días de luz y 300 noches de amor. Las personas mirando hacia
la calle, mientras sus cafés se enfrían en soledad. Los candados fundidos y las
llaves pérdidas. Notre Dame hecha de los góticos, esquinas de quimeras, mil
gárgolas, mil espinas en saco de oro. Las falsas coronas. Las lágrimas negras
de una esfinge llorando. La revolución, la igualdad, el bajo parlamento. La
absoluta monarquía a los pies del pueblo. Filo, sangre noble, frío, la ironía
de la divertida guillotina. La cima de la libertad. Las piedras de la
fraternidad. Los 28 reyes del antiguo testamento. Las bombas escondidas. Hitler
maravillo por el arte de europeo. Napoléon, Alejandro Magno, Igualdad. Y así se
vivía en la filosofía Ilustre, nacida en los barrios latinos. Jacques de Molay
maldiciendo en llamas. Las joyas oxidadas. La pocilga cuadrada de un ser
perseguido.
II.
Los dominios de la reina ocultos en el Jardín de las
Delicias. Un hogar para nobles. Una cárcel para todos. Las fuentes encendidas
disparan las gotas con que le arcoíris del Rey Sol reclama. El salón de los
espejos, gran cuarto de bailes. Las alcobas de las doncellas, una distraída
toca el clavicordio de su virginidad. Las huellas impregnadas en las gradas del
alto piso de mármol. La corte lista para juzgar. Llámese Pueblo. Llámese
Revolución. Lejano en el odio de un fino perfume burgués están los muertos de
hambre. Están los ignorantes del dogma frágil. Los que callen y siguen ordenes;
háblese del zapatero, háblese del agricultor, del sirviente que agacha la
cabeza. Quienes con agallas y educados por la historia son la voz de dios. No
más sangre real. Ni un absoluto rey. Pintores que escriben la leyenda del mundo
y ahora cruzando el Arco del Triunfo van los hípsters de la Concordia siendo un
souvenir más. Empapados por el obelisco del Take me back. Aquellos caminando
por Les Champs- Élysées, olvidando su camino por el infierno. Limpios,
bubónicos, burocráticos. En el tibio cañón de un despatriado listo para
disparar en medio de los ojos, con una bala mordida por Robespierre. Algunos parisinos la odian, odian a la bala y suben
hasta la ardiente punta con tal de no verla. La estructura del hogar, las
verdades bajo los puentes. Los aplausos del Monsieur Sanson. La verdad está en
la luz.
III.
Que curiosa la arquitectura de este lugar. De un
pensamiento abatido por los flagelos del cuero llamado clero. Desde las bases
del concreto y arena que crean las estructuras de las catedrales. La
transformación de un alto estado cercano a dios, hasta la inclusión de un
pensamiento renacido por la razón. Las cúpulas de oro, el Cristo de plata. Las
flamas del corazón, los fervientes maestres cargando cadenas. Lejanos palacios
que son museos de ladrones, cercanos ladrones que son reyes. La corona del
oráculo en la cabeza del Primer Ministro. Las esmeraldas incrustadas en la
espalda cicatrizada del hombre. ¿Y la mujer? Luchando en el campo de batalla.
Más de cien años, Juana de Arco un amor platónico para cualquiera. Y el anfibio
humanoide de cabeza de rana le lleva un tributo a Neptuno que espera apagar el
Pandemonium. Los triunfadores colgados, los caídos sin cabeza. Las disculpas
obligadas. El cielo que espera para bendecir a los verdugos. El cuervo
presente, volando de techo en techo y cantándole a un Odín dispuesto a festejar
la lucha del cambio revolucionario. El fuego en el piso de la tumba del
soldado. Las puertas del Palacio de Versalles destruidas. El consejo del
sacerdote. El cristal de aureola sobre las cabezas inocentes. La voz cortada de
las Potestades. El equilibrio de las leyes físicas. La gran barrera entre el
mundo espiritual y el humano. La carta a los Efesios. Los veinticuatros Tronos
de jaspe y cornalina. Las manos de las Dominaciones sobre el mar de rubíes. La
pirámide que demuestra el peso del paraíso divino.
IV.
A partir del lanzamiento de cabeza por la ventana
incluso en el ascenso a los cielos por los brazos del ángel. ¿Podrías salvarme?
Aún estoy a tiempo. Los rosarios del monje, el confesionario, el fresco divino
del salvador por debajo del hombre que acuña la moneda. El amigo fiel que
escucha los pecados confesados. El Serafín que viene a sonreír, un momento
entre amantes, nuestra alma coronada por el verbo sexual. La carne tuya, el
delicioso beso. Tus labios hechos un manjar, tu intelecto es la eterna
sensualidad. La ciencia con que me miras, la música de tu voz. El sol con que
brillas, tus manos jugando con las nubes, siendo un retrato del viento que
sopla el dorado de nuestros días. ¿Podrías salvarme? Aún estoy a tiempo. Y te
veo partir sobre un barco que vuelve hacia el pasado. Te quiero seguir por
siempre. Dejaste tu corazón olvidado. Enterrado en el osario de la tierra
santa, entre las arenas de Gólgota. Te espero con los huesos en la piel, con el
girasol en la mano, con el inicio del tacto. Teniendo más de 206 razones para
perdernos en la historia. 10:40 am: Veo el collar, el dije tu pecho, la azulita
que se entrelaza con estos pensamientos, sin tiempo para destruir los papeles
puestos en vos. Mirando a través del espejo, entre juegos de luz está tu cuerpo
girando con el aura encendida. Volando en lo alto del volcán. En lo eterno del
pétalo caído. ¿Podrías salvarme? Aún estoy a tiempo. No voy fallecer sin
nombre. No hasta que aparezca la verdad. El color que necesito. No,
sencillamente no me iré aún.
V.
La torre donde los recuerdos son escondidos, habían
piezas de ajedrez hechas en cuarzos y un movimiento horizontal de la estrategia
sagrada. Unos con otros compartían el cáliz y el vino. Mientras que en la
estancia del Rey, una cortesana sabía cómo encontrarle la fortuna al monarca.
Un cuchillo enterrado en el pulmón derecho. El adulterio, el incesto. La torre
blanca manchada de sangre. Los gritos de las cámaras de tortura. El susurro de
las oraciones en la capilla. Dios mío. Estoy postrado en este altar de marfil,
esperando a ser lanzando a las aguas frías del infierno. Y ahí está: ésta es
María conociendo a su fruto celeste, éstas son las manos del soldado en la
costilla del mesías. Éstas son las espinas del rosal con se coronó al gran Hijo
del Señor Glorioso. Santificado sea tu nombre y en tu nombre derramamos la sangre
de nuestros enemigos. En tu nombre evangelizamos el vino y a los paganos niños.
Y sino, pues son la ceniza de la hoguera medieval. La expansión cristiana. La
violación del ser humano. Los gritos en la cruz. Las puertas del cancerbero en
el cielo. Los príncipes desaparecidos. La conspiración de la orden templaría.
Los verdaderos siervos. El soldado dragón. La espada de libertad. El orbe
macizo. Los relojes de perdidos. El imperio Bizantino. Estamos a tus órdenes.
Solo déjanos tener fe. Llegar hasta la cúpula de tus soles divinos y esperar
a que la lluvia deje de caer. Siendo el centro del universo. Siendo
la letra que no vendrá en los libros de profetas.
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