lunes, 21 de enero de 2019

El Cadáver


La luna sangrando por el pecado de nuestra poesía. El sol quemando las letras malditas que engendraron las lenguas y los reyes de marfil.

Los astros ladran, buscando los globos y el susurro impecable de ningún dios extraño. Qué es esta hojarasca que me duele en el alma, no es dios. Es la vida ínfima quebrándose en dos.

Rayos de piel que calan en la voz. Mil quinientas existencias de números al azar. Como un eterno segundo que brilla en el abismo, en la noche inmaculada que cubre de rubíes los cielos.

Como una inmensidad sin estructuras, que arrebata a los niños su niñez y los deja al borde del olvido. Ya ningún dios reclama sus lágrimas, ni limpia sus rodillas. Nace el jilguero en libertad, nace el olvido del mundo y su fatua fraternidad.

Pero una bailarina dorada se escapa de las ruinas de mi nombre, se va bailoteando entre sonrisas y un adiós definitivo. Se ha ido, se fue. Luna de mis pecados, devolvéme el milenio que yo conocí.

Luna de mis pasados recuérdame lo que es pecar. recuérdame que era hacer el amor en el invierno, que era vivir con aliento, que era sentir sin una maldición, pues está inocencia se ha evaporado de mi carne y ahora solo siento los huesos oxidados del amor.

Esta noche, cuando canten los pájaros, ya no seré yo. Me habré ido quizá detrás de su figura. Nadando en el mar oscuro del viento taciturno. Espíritu Santo, claveles desprendidos, palabras nada más.

Ritos del veintiuno, sepulcros profanados, sumérgeme en el manjar de los lobos. Astíllame el corazón, a ver si logras hacerme descansar.

Son mis páginas amarillentas, mis vericuetos desolados, mis voces en el espejo. No importa, aún tengo la alfombra del príncipe esquizofrénico que algún día fui.

Vagando por medio de los disparates y la locura, sé que estoy consumiendo mi cordura, al hacer un esfuerzo por profesar los sonetos escupidos de un rey que usa coronas de papel y anillos de hule.

Y me acusan de ser fatalista, de esconder la primavera y cantar mis propias canciones. Me acusan de ser yo. Yo los acuso de ser ellos.

Y ellos conmigo. nosotros. Al unísono nos reunimos para rezar un rosario de estrellas y crucificar los poemas dolientes del anima vehemente.

DCCLX


A esta ciudad. Lucerna.
Donde los puentes son de madera y a las orillas del lago florecen de rojo los fuegos del otoño.

Flotando sobre las aguas tibias del recuerdo cae un verano en nostalgia, manchando con sangre los pétalos del corazón.

Viejas torres, callejones y señores acuñan en un solo día los juegos de la vida. Twain y la tumba del león, sollozan la estaca olvidada con vientos del pulmón.

A este triste león, moribundo luchador.
Donde la inocencia valiente desaparece con la lluvia y el dolor.

Y mientras setecientas sesenta cabezas naufragan la historia, sus almas rebeldes y mercenarias cantan con la mañana ilusoria.

Y luego tarde, con el sol durmiendo se une al lamento las lágrimas del reloj. las gotas pesadas de un escultor, un pensador y un escritor.

Siento


Siento ese color florecer entre tus lágrimas,
esas pestañas tocar las estrellas,
los cielos azules, azules como el zafiro coralino que hipnotizan tus ojos.

Siento el agua caer por el viento,
las ropas viejas de tus abuelos, el tren llegando a casa.
Siento que la muerte se aproxima a mi nombre y me besa los pies antes de dormir junto a mí.

Siento la risa del día y los pulsos del amor,
siento la batalla perdida, el trabajo sufrido y los pobres libres que huyen de su nación.
Siento que cada vez más el dinero es una ficción y el hambre una maldición.

Te siento tomar la manzana del edén, darme de probar y experimentar la suerte.
Siento que el tiempo flota por el desván y la luz se marchita en divinas sonrisas.
Siento la vida pasar por tus manos y la suavidad llegar hasta a mí.


Poema para Walt Whitman


El hito del hoy, 
sembrado en letras del ayer.

Las estrellas,
explotando en espíritus y virtudes.

El tiempo,
separado del destino.

La casualidad,
vivida con pasión.

El momento,
hecho poesía.

Porque la vida es poesía
y la poesía filosofía.

Y el amor,
el papel de un bello amanecer.