miércoles, 27 de agosto de 2014

Humanoide.

Dormido soy un sordo escuchando sístoles.
Oxígeno inhala, dióxido exhala.
Exhala oxígeno, inhala dióxido.
Así contemplo la paz del silencio.

Un millón de quimeras devoran sultanes.
Las víboras gimen en fuego fatuo.
No sé si el agua es plomo o mercurio, sabe algo salada.
El torrente sanguíneo viaja despacio, fluido y férrico.

Siento el tiempo girar anti-horario,
imagino una hipófisis en el sol, un tanto distante.
Casi como un centro de control.

El viento ha soplado elípticamente.
El caos se ha ordenado armónicamente.
¡Sublime! A la vuelta de la esquina
hay un curioso juego de azar llamado destino,
tira la moneda y escoge uno.

Y es por eso que el movimiento es mi religión,
y el universo una vida omnipresente.
Miro el cielo y recuerdo la mortalidad.
Las parálisis nerviosas, los espasmos musculares y su debido tratamiento.

La vena cava superior estalla.
La sangre se coagula rápidamente
y así se escuchan las diástoles al final.

Dos científicos discuten sus resultados:
- Hora de defunción: 10:18 a.m.
Dice uno con tono militar.


- ¿Doctor?
Pregunta el otro, mientras administra dimercaprol.


- Que más da, un humanoide menos. ¡Trae el otro!