A esta ciudad. Lucerna.
Donde los puentes son de madera y a las orillas del lago florecen de rojo los fuegos del otoño.
Flotando sobre las aguas tibias del recuerdo cae un verano en nostalgia, manchando con sangre los pétalos del corazón.
Viejas torres, callejones y señores acuñan en un solo día los juegos de la vida. Twain y la tumba del león, sollozan la estaca olvidada con vientos del pulmón.
A este triste león, moribundo luchador.
Donde la inocencia valiente desaparece con la lluvia y el dolor.
Y mientras setecientas sesenta cabezas naufragan la historia, sus almas rebeldes y mercenarias cantan con la mañana ilusoria.
Y luego tarde, con el sol durmiendo se une al lamento las lágrimas del reloj. las gotas pesadas de un escultor, un pensador y un escritor.
Donde los puentes son de madera y a las orillas del lago florecen de rojo los fuegos del otoño.
Flotando sobre las aguas tibias del recuerdo cae un verano en nostalgia, manchando con sangre los pétalos del corazón.
Viejas torres, callejones y señores acuñan en un solo día los juegos de la vida. Twain y la tumba del león, sollozan la estaca olvidada con vientos del pulmón.
A este triste león, moribundo luchador.
Donde la inocencia valiente desaparece con la lluvia y el dolor.
Y mientras setecientas sesenta cabezas naufragan la historia, sus almas rebeldes y mercenarias cantan con la mañana ilusoria.
Y luego tarde, con el sol durmiendo se une al lamento las lágrimas del reloj. las gotas pesadas de un escultor, un pensador y un escritor.
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