sábado, 31 de agosto de 2019

Te vi


Hoy te vi alzar las banderas de los países sin fronteras,
te vi andar descalza, con callos en los talones y  sonrisas mulatas.
te vi cocinar para los que no son tuyos y me llevaste a compartir una sopa de verdura con tus hijos.
te vi hablar con otra lengua, en el mismo idioma.
te vi respirar en las caídas del cielo.
y nacer del sacrificio de nuevo.
te vi limpiar mi casa,
te vi llevarme a la escuela.
recuerdo que,
no sabías leer el reloj, porque eras libre.
que,
no sabías mentir, porque eras inocente.
que,
no tenías esposo, porque sabías vivir.
te vi hablar en la iglesia sobre el perdón.
te vi llorar en las gradas del parque contando un rosario.
te sentía fraterna, a veces mi madre, a veces mi hermana. otras veces mi consciencia. o quizás solo eras mi amigable secuaz.
te vi caminar lado a lado sin importar nuestras huellas,
te vi hacer laberintos con enigmas en las paredes,
te vi desfilar los 14 de septiembre.
tirar pólvora los 31 y enseñarme poesía a los 9.
te vi en el barrio, pero entre los bambues y las naranjas del cafetal me escondía porque te enojabas conmigo.
te ponías brava, sonrojada, calurosa y según yo los dibujitos lo solucionaban todo.
recuerdo que,
cuando aprendí a escribir, te dediqué los primeros versos.
que,
tenía deshojado el cuaderno de matemáticas
y los cactus marchitos.
que,
batallabas contra la sociedad.
te vi tragarte profundamente el orgullo
e irte un martes trece de febrero.
nos vimos tiempo después, no fue necesario el saludo, no nos importaron los años.
vos y yo sabíamos quiénes éramos porque aún silbabamos esas viejas baladas.

lunes, 21 de enero de 2019

El Cadáver


La luna sangrando por el pecado de nuestra poesía. El sol quemando las letras malditas que engendraron las lenguas y los reyes de marfil.

Los astros ladran, buscando los globos y el susurro impecable de ningún dios extraño. Qué es esta hojarasca que me duele en el alma, no es dios. Es la vida ínfima quebrándose en dos.

Rayos de piel que calan en la voz. Mil quinientas existencias de números al azar. Como un eterno segundo que brilla en el abismo, en la noche inmaculada que cubre de rubíes los cielos.

Como una inmensidad sin estructuras, que arrebata a los niños su niñez y los deja al borde del olvido. Ya ningún dios reclama sus lágrimas, ni limpia sus rodillas. Nace el jilguero en libertad, nace el olvido del mundo y su fatua fraternidad.

Pero una bailarina dorada se escapa de las ruinas de mi nombre, se va bailoteando entre sonrisas y un adiós definitivo. Se ha ido, se fue. Luna de mis pecados, devolvéme el milenio que yo conocí.

Luna de mis pasados recuérdame lo que es pecar. recuérdame que era hacer el amor en el invierno, que era vivir con aliento, que era sentir sin una maldición, pues está inocencia se ha evaporado de mi carne y ahora solo siento los huesos oxidados del amor.

Esta noche, cuando canten los pájaros, ya no seré yo. Me habré ido quizá detrás de su figura. Nadando en el mar oscuro del viento taciturno. Espíritu Santo, claveles desprendidos, palabras nada más.

Ritos del veintiuno, sepulcros profanados, sumérgeme en el manjar de los lobos. Astíllame el corazón, a ver si logras hacerme descansar.

Son mis páginas amarillentas, mis vericuetos desolados, mis voces en el espejo. No importa, aún tengo la alfombra del príncipe esquizofrénico que algún día fui.

Vagando por medio de los disparates y la locura, sé que estoy consumiendo mi cordura, al hacer un esfuerzo por profesar los sonetos escupidos de un rey que usa coronas de papel y anillos de hule.

Y me acusan de ser fatalista, de esconder la primavera y cantar mis propias canciones. Me acusan de ser yo. Yo los acuso de ser ellos.

Y ellos conmigo. nosotros. Al unísono nos reunimos para rezar un rosario de estrellas y crucificar los poemas dolientes del anima vehemente.

DCCLX


A esta ciudad. Lucerna.
Donde los puentes son de madera y a las orillas del lago florecen de rojo los fuegos del otoño.

Flotando sobre las aguas tibias del recuerdo cae un verano en nostalgia, manchando con sangre los pétalos del corazón.

Viejas torres, callejones y señores acuñan en un solo día los juegos de la vida. Twain y la tumba del león, sollozan la estaca olvidada con vientos del pulmón.

A este triste león, moribundo luchador.
Donde la inocencia valiente desaparece con la lluvia y el dolor.

Y mientras setecientas sesenta cabezas naufragan la historia, sus almas rebeldes y mercenarias cantan con la mañana ilusoria.

Y luego tarde, con el sol durmiendo se une al lamento las lágrimas del reloj. las gotas pesadas de un escultor, un pensador y un escritor.

Siento


Siento ese color florecer entre tus lágrimas,
esas pestañas tocar las estrellas,
los cielos azules, azules como el zafiro coralino que hipnotizan tus ojos.

Siento el agua caer por el viento,
las ropas viejas de tus abuelos, el tren llegando a casa.
Siento que la muerte se aproxima a mi nombre y me besa los pies antes de dormir junto a mí.

Siento la risa del día y los pulsos del amor,
siento la batalla perdida, el trabajo sufrido y los pobres libres que huyen de su nación.
Siento que cada vez más el dinero es una ficción y el hambre una maldición.

Te siento tomar la manzana del edén, darme de probar y experimentar la suerte.
Siento que el tiempo flota por el desván y la luz se marchita en divinas sonrisas.
Siento la vida pasar por tus manos y la suavidad llegar hasta a mí.


Poema para Walt Whitman


El hito del hoy, 
sembrado en letras del ayer.

Las estrellas,
explotando en espíritus y virtudes.

El tiempo,
separado del destino.

La casualidad,
vivida con pasión.

El momento,
hecho poesía.

Porque la vida es poesía
y la poesía filosofía.

Y el amor,
el papel de un bello amanecer.


jueves, 16 de agosto de 2018

La ventana


Quisiera tirar piedritas a tu ventana. Y que te asomes.
Quisiera decirte hola mi amor, aquí estoy. Y tirarte un beso.
Quisiera mirarte ahí en tu ventana, dónde el sol hace un prisma en el blanco del techo.
Quisiera verte en esa luz adyacente al platino, tan cegadora, tan bella.
Quisiera tirar una segunda piedrita a tu ventana, que te despiertes perpleja. Y que te asomes de nuevo para cantarte.
Quisiera entonar las notas del lup-dup con que salta mi corazón. Hacerte un gesto honesto, un te quiero.
Quisiera ser el mosquito que ronda por tu cama. Posarme en el cuadrante superior izquierdo de tu mejilla y picarte un amor.
Quisiera ser el vino de tu copa, estar en tu boca besarte el paladar.
Quisiera ser el viento que entra por tu ventana en las mañanas, tocarte frío la piel, erizarte el cuello. 
Quisiera hermosa mujer, tirar una última piedrita, esa cosa arrugada, ese papelito escrito con mi voz, que lo leas y sonrisas. 
Que me veas en tu ventana, en tu cama. Abriré la ventana. Abriré la noche. Me vas a abrazar, te quiero abrazar. 
Quisiera componer en este momento con vos la armónica y dulce emoción de cobijar el cuerpo con aromas de pasión.

Nota Personal


Bautiza la noche con el nombre de esta lluvia, las velocidades relativas de las mil personas que a paso determinado siguen sus camino, su propia historia. Detrás del segundo antes de llegar a su lugar hasta la próxima vez que tal vez nos volvamos a ver.

Son las 5:36 pm en San José, estoy a un costado del Morazán esperando el bus de Jardines de Moravia, han pasado una insignificantica cantidad de autos, moviendo el agua que ya se había movido en la nube de ayer. Siendo la misma que tal vez estuvo en Tibás o siendo quizás parte del océano que antes era polar.